viernes, 9 de septiembre de 2011

La vivisección y disección de animales: una atrocidad ética y científica – I Parte

La palabra vivisección,  del latín "vivus" (vivo) y "secare" (cortar), describe todas las torturas imaginables que sufren millones de animales -por lucro, curiosidad o ignorancia- en experimentos pseudocientíficos, carentes de fiabilidad y rigor científico, realizados en los miles de laboratorios de todo el mundo que forman parte del lucrativo negocio de las industrias médicas, farmacéuticas, veterinarias, laboratorios de toxicología y cosmética, y universidades o centros de enseñanza donde -a puerta cerrada- científicos, cirujanos, químicos, psicólogos, veterinarios, y sus equipos de técnicos, asistentes y estudiantes, practican la vivisección o disección de animales al margen de la opinión pública, perpetrando -supuestamente en nombre de la ciencia, la salud, o la educación- un holocausto de increíbles proporciones.


Cada día, año tras año, cientos de millones de animales de todas las especies: ratas, ratones, gatos, perros, conejos, cerdos, cabras, ovejas, carneros, vacas, caballos, aves, pájaros, peces, primates, etc., sufren repetidamente hasta la muerte todo tipo de torturas físicas y psicológicas para determinar la supuesta inocuidad o toxicidad de nuevos productos comerciales o farmacéuticos, o simplemente para comprobar el poder letal de nuevas armas de destrucción, siendo utilizados como "modelos" en crueles e inútiles experimentos que no aportan soluciones a nuestros problemas, porque los resultados obtenidos no son científicamente extrapolables al ser humano.


Someter animales sanos a operaciones que no necesitan o criar animales con enfermedades "a la carta" para utilizarlos como "modelos" específicos para tratar de aportar soluciones a nuestros problemas de salud -aparte de una atrocidad moral- es una aberración fraudulenta -médica y científica-, porque las reacciones a los fármacos y las enfermedades o traumas inducidos violenta y artificialmente a animales de otras especies son distintas y no guardan relación con las enfermedades que se desarrollan espontáneamente en el ser humano. La práctica de la vivisección hace posible la proliferación de medicamentos y de otros productos porque son una coartada legal que permite dar una falsa sensación de seguridad al usuario, que ignora que los "nuevos" fármacos y productos de cosmética y consumo general -obtenidos para reemplazar a los que van siendo retirados cuando se manifiestan los daños o "efectos secundarios" que producen- a veces se comercializan a pesar de producir cánceres y tumores en los animales, por la falta de fiabilidad de tales experimentos.


Debido a la falta de información o desinformación existente, muchos aún creen que algunos experimentos están más justificados que otros y aunque admitan, por ejemplo, como algo frívolo y éticamente injustificable el testar productos de cosmética en animales, la influencia y el enorme poder de las grandes industrias químico-farmacéuticas impiden todavía, a una sociedad ignorante, condenar la experimentación médica, al menos desde el punto de vista científico, lo cual nos permitiría a todos los seres vivos dejar de ser tratados como "cobayas" por el sistema actual.


  Un cáncer espontáneo, por ejemplo, tiene una relación íntima con el organismo que lo desarrolla, y posiblemente también con su mente, mientras que las células cancerosas que se implantan en otro organismo no tienen ninguna relación "natural" con éste. Los sistemas patológicos no pueden inventarse ni construirse -el síntoma no es la expresión de algo patológico, sino la manifestación externa de un desequilibrio interno-. El hecho de que los animales estén siempre sanos antes de ser utilizados, prueba también que el propósito de los experimentos nunca es prevenir ni curar.

 
 

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